ANECDOTAS

 ANECDOTAS 

Era invierno, corría el año 1982, hacía mucho frio, ese frio que hace que el poco viento se sienta como cuchillas en la cara que te la van marcando y te hacen lagrimear no de dolor, pero  de frio. 

Él había elegido hacer la carrera de su padre y empezó a trabajar con él en la empresa que prácticamente lo vio nacer y por supuesto trataba de comportarse como el, aunque había una diferencia en su personalidad, era muy tímido y su trabajo consistía en relacionarse con personas y en la mayoría mujeres. 

En aquel tiempo se trabajaba de saco y corbata y él era prolijo, había aprendido que tenía que ser pulcro, estar siempre arreglado y por sobre todo tener mucho respeto por aquellas compañeras que trabajaban muy duro, que cualquier discrepancia en relación a temas laborales tenía que ser tratado con la mayor empatía posible para obtener así la mejor solución, pero que no podía salir del lineamiento político que la empresa tenía, había que respetar y hacer cumplir las normas laborales que el dueño pedía y tratar de que estas se cumplan con consentimiento del personal. 

Era otra época, quizás con las mismas exigencias que ahora, pero daba la impresión de que las personas eran más felices que ahora y tenían un concepto del trabajo distinto, defendían los intereses del dueño, sabían que gracias a él teníamos trabajo y se quería que le fuera bien para estar todos tranquilos que a nosotros también nos iba a ir bien. 

Le toco salir a las sucursales con una misión, hablar con las encargadas y ver como estaban, si necesitaban algo y en ese caso que era, ver como atendían a los clientes y seguir los pasos de una venta, desde la entrada del cliente hasta su salida y observar si en todos los pasos el cliente se iba satisfecho. 

Ese día visito 4 sucursales y en 3 observo una satisfacción plena del cliente, salvo en la última que no observo nada, porque tuvo su primera gran lección de vida, que lo marco para siempre. 

Cuando entro a este local y saludo respetuosamente al personal, observo que todas las compañeras se reían de él, y se murió de vergüenza. 

Los colores subían por su cara con una mezcla de bronca e ignorancia ya que no entendía el motivo de tanta risa. 

Pero siempre hay alguien que saca las papas del fuego y así sucedió, la encargada del local en forma delicada, sin risa lo llamo, lo aparto y le dijo: 

No son malas, solamente les causo gracias que Tenes la bragueta del pantalón abierta y por eso se ríen. 

Quedo muerto de vergüenza, inmediatamente se la subió, estuvo un rato, no hizo su trabajo y se retiró del local agradeciendo el gesto de la compañera que le aviso que estaba pasando. 

Aprendió que no siempre la desgracia de otro es el placer de los demás, que siempre hay solidaridad en las personas y que también hay indiferencia.  

Que no se puede juzgar al otro por las apariencias, ya que a veces las circunstancias no voluntarias te ponen en una situación compleja y uno debe entender a los demás, ya que nadie reacciona igual frente a un mismo evento. 

Empezó a darse cuenta lo difícil que iba a hacer poder ser como su padre, a lo cual lo confirmo 37 años después. 

Gracias 

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